Mónica Jerez (31 años) le canta “todo el tiempo” a Santino, de 3 años. En realidad, lo hace durante el poco tiempo que puede compartir con su hijo, ya que trabaja en el comercio poco más de ocho horas diarias. “Le canto desde que era bebecito, me encanta hacerlo. Le cantaba las canciones clásicas, como ‘qué linda manito...’ y también inventaba letras y melodías exclusivamente para él”, cuenta sonriendo. “Ahora le canto una canción que le enseñaron en el jardín para guardar los juguetes, porque si no, en casa, deja todo tirado”, se ríe.
Mónica relata que en su hogar siempre se escucha música, así que Santi está acostumbrado a cantar y a bailar, no solo temas infantiles sino también canciones más populares. “Ahora se enganchó con El Chavo, le encanta la música y la tararea”, cuenta.
Cynthia Vega (21 años) hizo lo mismo con Tiziano, de 7 años, a quien le cantaba desde que estaba en la panza. Y repitió la práctica con Valentino (2 meses). “Yo sé que la música los estimula, así que les canto siempre. Bueno, a Tiziano ya no tanto, porque él mismo me dice que no le cante, que ya está grande”, comenta sonriendo. “Cuando le canto a Valentino, me emociona ver cómo me escucha, ver que está atento y es como si él también quisiera expresarse, decir algo, de alguna manera, es como si nos comunicáramos cuando le canto”, reflexiona Cynthia.
Es que esto de cantarles a los niños es casi instintivo. Y muy importante, ya que cuando los chicos viven en contacto con la música llevan adelante una convivencia y una comunicación más armoniosa con otros niños y con los adultos.
Sin embargo, en algunas franjas sociales, la costumbre se está perdiendo. “En el hospital (del Niño Jesús) me encuentro con una mayoría de madres que confiesan que no les cantan a sus hijos”, revela Debora Prchal, licenciada en Teatro y responsable del programa de clowns voluntarios (o payasos terapéuticos) en ese centro asistencial.
Esa realidad la motivó a bucear entre la música infantil. “A partir del concepto de ‘lavado musical’, que es una de las funciones de los clowns en los hospitales, ya que cuando se lleva música a los pacientes estos experimentan un profundo alivio, comencé a trabajar en una puesta en valor de la música durante la infancia”, comenta.
Su búsqueda llevó a Debora a ponerse en contacto con Música Nuestra, entidad que difunde la producción musical destinada a los niños que se hace en el país.
“Apunto a ampliar los recursos musicales de los payasos terapéuticos, pero también poner esta música al alcance de cualquier adulto interesado. Cuando se emplea la música en la interacción con los niños se genera la posibilidad de comunicar, de jugar y se cuenta con una herramienta importante para intercambiar en los espacios que se comparten con los niños”, afirma.
“Además, esto no es un invento. La música y las canciones infantiles, especialmente las nanas, están presentes en todas las culturas, incluidas nuestras culturas indígenas”, destaca.
Alimento cerebral
De hecho, muchos expertos sostienen que cantar es un buen alimento para el cerebro de los niños. “Cuanto más cantan en sus juegos, más nutridos estarán sus cerebros”, afirma un estudio realizado por el Ministerio de Salud Pública de Alemania. Es decir que el canto funciona como una potente vitamina para los chicos. “Jugar cantando apoya el desarrollo de los niños en todas las áreas, sean física, mental y social, en una medida que se ha subestimado”, consigna la investigación, que fue encabezada por los doctores Thomas Blank y Karl Adamek, de la Universidad de Münster.
En el estudio, que contó con la participación de 500 niños de jardín de infantes, se observó que un 88% de los pequeños que cantaban con frecuencia estaba preparado para la escolarización normal, en comparación con sólo el 44% de los que lo hacían menos a menudo.
Rescatando las rondas
Debora Prchal lamenta que se hayan perdido algunos espacios de canto para los niños, como aquellas rondas de los patios escolares. “Han ido cediendo espacios a otro tipo de juegos y, a veces, a la violencia”, se apena.
La especialista destaca la importancia de la música en la primera infancia. “Cantarle al bebé implica estar en comunicación con él, en calma, tener un momento específico para compartir, con tranquilidad, con él”, explica.
“En los primeros años -añade- jugar permite desarrollar la motricidad, los juegos reglados, destrezas como el aplauso, como el simular que se toca un instrumento, se aprende a estar con otros”.
Debora recuerda aquel antiguo y prácticamente olvidado juego de “Lobo, ¿estás?”. “Ese juego es una oportunidad para el desarrollo de la libertad y de la diversión. Y todo eso es terapéutico: correr, expresarse, reírse”, dice.
La licenciada ha encarado el proyecto de difundir el material musical de nuevas generaciones de músicos que están rescatando antiguas canciones pero también produciendo cosas nuevas. “Y la propuesta es juntarnos a cantar y volver a poner el acento en un recurso para la salud tan sencillo como es cantar con nuestros niños”, resume.
“Estoy convencida -concluye- de que todos los adultos que están en contacto con niños, porque son sus hijos, sus sobrinos, sus nietos, sus vecinos, o porque trabajan con niños pequeños, no tienen que soslayar esta herramienta de la música, las rondas, los trabalenguas, los cuentos, que de manera infalible y directa van a favorecer la comunicación y el desarrollo de un sinfín de aspectos del niño”.